lunes, 15 de octubre de 2012

Un debate necesario, a pesar de estar de jodienda

Las mujeres que, como yo, pasamos por la horrenda experiencia de un aborto no aludimos a finales felices sólo porque se practiquen “abortos no punibles” como bien dicta la ley desde 1921 y luego, con la acordada de la CSJ. Sin embargo el progresivo “desprendimiento” del área de sometimiento permanente y labores caseras que fuimos generando las mujeres –vestimenta, largo del ruedo de las polleras, medias de nylon, pastilla anticonceptiva- gracias a nuestras predecesoras, pioneras reales en el campo de la igualdad de derechos y de oportunidades. Élida Passo, en la facultad de farmacia y Cecilia Grierson (foto), en la de medicina, a finales del siglo XIX rompen el cerco masculino del concepto absurdo de “no es un lugar para mujeres” y otras pavadas acomodadas a mantener la situación que nos excluia.

En la actualidad los hombres, más allá de sus creencias, se quedaron en el tiempo al suponer que son ellos los que deciden sobre nuestros cuerpos; ellos los que dicen cuándo nos embarazan y cuándo no más y un largo etcétera de los cada vez menos “machistongos” supérstites.

Pero están los otros, los que siendo, en general, moralistas de bragueta abierta, izan banderas de tradición, familia y propiedad, de santas y de santos y de religiones de distinta etiología siendo, la que más pesa por lamentables razones de origen, la católica apostólica romana.

Pues esta gente –secundados por colegas de género que, supongo, fueron cercenadas neuronalmente y les quitaron todo atisbo de valor y de autorrespeto- siguen suponiendo que nos encontramos en tiempos negros de la Humanidad, con Torquemada como el interrogador máximo del tribunal del santo oficio, en cuyo ámbito y bajo su justificación se asesinaron a todas las personas que, según esa visión del “mundo plano” pensaban feo.

Le han querido extirpar el hígado a dentelladas a María José Lubertino sólo porque en el debate acerca de la Ley del Aborto –que el vago de Macri va a vetar- ella dijo que no metieran ni el kipa ni el rosario en las vaginas. Me parece una expresión perfecta y muy gráfica de lo que las religiones pretenden.

El tema del aborto clandestino es grave: mata no menos de 400 mujeres cada año sólo por consultar a curanderas y estafadores. De los 500 mil abortos (dicen que son 700 mil) al año, quienes pueden solventarlo económicamente, no sufren ningún problema físico. No me refiero a lo que a todas nos sucede, que es ese quiebre tan jodido antes y después de un aborto.

Pero lo importante es que cada una decidió hacerlo o no hacerlo sin que medie la opinión de nadie y menos aún, de hombres, algunos con sotana que, se supone, no tienen la más remota idea de cómo se desarrollan las relaciones sexuales íntimas y en pareja.

Mezclar creencias con cuestiones de salud pública es como retrotraernos a ese Medioevo oscurantista al que pretenden, parecería, llevarnos los de los grupos fundamentalistas de cualquier iglesia, empezando por la que ocupa un estado de cuento de hadas en la península itálica.

Respetar las creencias de cada cual es de una lógica republicana total y plausible. Mezclar las creencias con cuestiones que hacen al funcionamiento del Estado y que se legislan para toda la población, es una dictadura.

Repito aquella frase que leí por ahí y que me parece perfecta: ”No vengas a rezar a mi escuela y no iré a pensar a tu iglesia” Gracias por leer mi blog.


Que estén bien.


Soledad F.

domingo, 14 de octubre de 2012

Encadenadas al orgasmo

Algo ha de funcionar bastante mal en las relaciones sexuales de estos tiempos entre hombres jóvenes y sus parejas –eventuales o no-. No diría que es la queja repetida por unos y otros pero sí el asombro cuando alguna mujer les contesta que sí, que es normal tener orgasmos y tenerlos en sucesión. De hecho cuando yo contesto así no lo aceptan tan fácilmente. ¿Sus parejas no logran orgasmos cuando mantienen relaciones sexuales con ellos?


El que se apura
A veces no lo hacen por egoístas sino porque no pueden dominarlo. Descartando que padezcan de eyaculación precoz, el tema puede obedecer a múltiples causas. Por lo que yo puedo aportar, casi siempre han sido hombres que estaban muy pero muy excitados. O sea que el primero fue como una ráfaga de viento. Y las cosas mejoran en un cien por cien luego, en la continuidad.

Si la ocasión lo permite, lo mejor es hacerlos acabar antes de llegar al hotel, en el coche, en el trayecto, con una felación a término, digamos. (y no tragar ni una gota si es un ligue, obvio)

El orgasmo será cuestión nuestra
El sexo, mantener relaciones sexuales, coger, es genial, adorable, placentero y a casi todos nos gusta practicarlo sin importar el género de cada cual. Pero así como para nadar es necesario aprender a hacerlo, en el sexo es igual, aunque no lo parezca.

A ellos les resulta aparentemente más fácil: se erectan, frotan, penetran y acaban, sumando lo visual que los excita con lo auditivo que no poca fuerza tiene y produce en la intimidad.

Nosotras somos más emocionales y aún, mentales. Ya el morbo de salir de levante nos pone en condiciones de estar muy jugosas. Más aún cuando detectamos la presa masculina que nos interesa.

Entrenar la vagina
Esta es la clave de lo mucho que podemos gozar –y hacer gozar- en una relación sexual.
La vagina –como el recto- posee la musculatura que la rodea y que puede ser contraída y expandida a voluntad, si aprendemos a hacerlo.

Se imaginarán para qué es interesante y necesario que así podamos mover esos músculos. No habrá, a partir de un manejo irrestricto, penes delgados: todos rozarán todas las paredes de nuestra vagina al presionarlo con esos músculos.

El método I
Es fácil adquirir ese manejo, aunque requiere de constancia no exenta de diversión.
Cuando tenemos ganas de hacer pis y no podemos dar rienda suelta al contenido de nuestra vejiga, “hacemos fuerza” para contener la orina que pretende salir a cualquier costa.

Si nos sentamos sobre una silla o superficie dura, en el borde de la misma y mantenemos la espalda recta, respirando normalmente y hacemos exactamente el mismo movimiento muscular que el que aplicamos para evitar que escurra nuestra orina, ese es el movimiento inicial de todo.

El Método II
Luego, complementando lo anterior que, sinceramente, no es muy divertido pero sí genera sensaciones agradables como cualquiera de ustedes podrá comprobar, sobreviene el Método de los dedos.

Sí, se trata exactamente de eso mismo, pero en progresión inversa. ¿Cómo es esto? Veamos.

La mayoría de nosotras puede introducirse tres dedos en la vagina, índice, mayor y anular. El tema no es iniciar una masturbación placentera sino hacer ejercicios. ¿Cómo? Contrayendo los músculos de modo tal que toquemos los bordes de los dedos índice y anular. Toquemos bien, con fuerza, que se sienta la presión sobre ellos.

Luego, serán sólo dos los dedos que nos introduciremos y procederemos del mismo modo: contraer los músculos de modo tal que toquemos los bordes de ambos dedos, tan concretamente como antes con los tres. Que sintamos la presión.

Finalmente, un solo dedo en la vagina y habremos completado con total éxito la preparación, cuando logremos presionar ese único dedo, sentirlo con las paredes de nuestra vagina.

La importancia del roce
No voy a decirles nada que no sepan, pero el roce es fun-da-men-tal para lograr un orgasmo comme il faut.

Tenemos una ventaja: si nos acostamos con ese señor esa vez es porque realmente teníamos ganas de acostarnos con ese señor y no con cualquier otro. O sea, que tengan pene no es razón suficiente para que funcionen nuestras glándulas de Bartholín y el flujo abunde en nuestro canal vaginal.

Por lo tanto, si con la presión de nuestros músculos vaginales logramos que el roce sea mucho más sensible, directo, arrollador diría, esa esponjita que podemos sentir en la pared superior de nuestra vagina y que da en llamarse punto G estará recibiendo ese estímulo continuo y fuerte. Desde ese momento al orgasmo que tensará todos nuestros músculos, habrá muy poco más que recorrer.

La cadena
No termina ahí ni mucho menos. Si nuestro amante es enérgico y vital, en poco tiempo podremos ponerlo en condiciones. Pero si no lo fuese exactamente, sabemos que para gozar no se necesita la penetración plena.

De modo que ahí estarán los dedos del señor de turno rozando lo que antes rozaba su erección y nos provocarán otro orgasmo sin ningún impedimento –salvo el mental, al que hay que expulsar racionalmente por las dudas…-.

Incluso, por esa vía –dedos, frote rápido y fuerte- es posible llegar a la eyaculación. Evitemos, únicamente, que nuestro compañero sexual no grite ”¡Eh, no me mees!”, como espetó un señor hace tiempo…


Espero que estos apuntes puedan servirles como para intentar variantes que redundarán en el placer compartido. Máxime si el entrenamiento lo hacemos con nuestra pareja oficial.


Gracias por visitar mi blog.


Que estén bien.


Soledad F.

jueves, 11 de octubre de 2012

De la literatura inexistente y las fábulas aplicables: los caprichositos boludones

Aunque el mal hábito coloquial impulse a muchas personas a repetir esto de que Ladran Sancho, señal de que cabalgamos y por obvia asociación se atribuya tal frase sentenciosa al Quijote, en toda esa obra de Cervantes es imposible encontrar tal expresión simplemente porque jamás fue escrita por El Manco de Lepanto.

Por ello es imposible aplicarla a los caprichositos de algunos portales eminentemente sexuales cuando, justamente por nenes, escasos y boludones, una rechaza de cabo a rabo (y siendo que el rabo, además y para colmo, es rabito).

Una se lo imagina pateando el piso con la suela de su zapatito –suponemos que tan chico como su rabo- y lloriqueando “Mala, mala, mala…”.

Esa actitud, antes que asociarla con el caballero de la fina estampa sobre su jamelgo, la relacionamos con el sentimiento de orgullo herido del Zorro en la fábula de Esopo, cuando después de múltiples saltos para alcanzar los racimos de uvas gordotas y maduras, ya sabrosas a la vista, y sin siquiera rozar alguna de ellas, mira al Cuervo que observaba la escena con cierta sorna y espeta (el Zorro): Las uvas están verdes.

Como este boludín le falta mucho para ser aunque más no sea un zorro y le sobra todo aquello que las mujeres deploramos en cualquier hombre, sea un pendex malcriado como éste o un maduro apendejado como muchos, la única reacción posible que puede encontrar en el gran vacío de su cavidad craneana es la agresión. Agredirme.

Sé que las mujeres somos responsables únicas de la actitud de este tipo de infradotados. Las mujeres como madres, me refiero. Las madres que le dicen a sus hijos que son lo más todo, lindos, bonitos, hermosos, inteligentes, capaces, fuertes, maravillosos y un larguísimo etcétera de adjetivos alabatorios que no pegan ni con la gotita y, además y principalmente, suelen afirmarle al párvulo asombrado: ”Las chicas se van a volver locas con vos… ¡Pero cuidate!”. Y así salen especímenes como el boludín aludido.

¿Qué se puede hacer? Pues nada… Divertirse con esos berrinches inútiles que hunden más al que los actúa que a quien están dirigidos.

Por esto último es que publico esta notuela. Porque con la anterior, con la pregunta de ¿Dónde están las piratas? el tontón reaccionó inventando una historia que, ahora sí, ni su mamá podría creerle a este querubín.

Bueno, hasta aquí sufi. Lo demás sería exceso.


Que estén bien y gracias por leer estas garabateadas.


Soledad F.

sábado, 6 de octubre de 2012

L@s Piratas

Hay un portal que es realmente divertido para quienes no nos asustamos por ver penes descomunales, vulvas chorreantes o coitos caseros. Como no podía ser de otro modo, allí fui a registrarme tan rápido como mi amiguísima Solange terminaba de recomendármelo.

El leit motiv es la alusión a Piratas, uniendo géneros en ese sustantivo que, a la vez, pasa a ser un adjetivo desde que alude a un cierto tipo de comportamiento. En los corrillos de la porteñidad más rancia suele aludirse a piratón y su consiguiente forma femenina, a aquellas personas que surcan la clandestinidad más absoluta para resguardarse de miradas peligrosas que ”puedan ir con el cuento” a la otra parte de la pareja que está siendo engañada.

Pirata a su vez alude a un comportamiento que no por el paso de los siglos dejó de tener vigencia. Si no, que nos cuenten un poco lo que sucede, por ejemplo, en el Océano Índico y en los alrededores de Madagascar. Por esa vocación de lo ajeno es que el pirata es pirata.

En el portal de marras, lo ajeno es o el marido o la esposa de alguien, buscados por la esposa o el marido de otro alguien. ¿Se entiende? Es fácil… Casados que buscan una chica y casadas que buscan un señor.

Sin embargo, en el sitio que refiero se da la excelente conjunción de estar las vocacionales –como quien esto suscribe- con las profesionales. O sea, también se han registrado no pocas escorts y muchos señores solteros las buscan para el retozo íntimo correspondiente.

Dicho lo cual…


¿Qué es ser “pirata” para mí?


No tener ningún tipo de reparo si el deseo atenaza mi útero y mi mente lo impulsa, en salir de cacería con intención de encontrar una presa interesante como para llevármela a la intimidad de un cuarto de hotel.

¿Importa que esté casado? , porque entre casados podemos manejar una serie de códigos comunes que nos facilitarán el placer y el gozo sin ansiedades ficticias ni presiones de ninguna índole.

¿A qué me refiero? A que ambos, él y yo, sabemos que no se puede cualquier día a cualquier hora; que los espacios para retozar están acotados por la métrica principal que es la de nuestras respectivas parejas a las que no odiamos ni denostamos sino que, al menos yo, amamos.

Además de cuestiones básicas como no dejar rastros, huellas, señales, pruebas de que hubo algo o está por haberlo. Nada de celulares ni mucho menos, teléfonos fijos y un largo etcétera pero, creo yo como principal, que no se repita la salida, que no se aliente la ficción de una relación paralela


Entonces… ¿No cogemos nunca?


Claro que sí. Pero no con todos los que quieren acostarse con nosotras ni todo el tiempo, todos los días… Para mí sería ideal, pero harto difícil de realizar y, seguramente, mi cuerpo no lo resistiría por mucho tiempo.


Por esto es que cuando en dicho portal leo preguntas del estilo ¿Y dónde están las piratas…? escrita por un señor jovencito (y pegajoso, además) prefiero dejar de lado la respuesta que podría darle, que no es otra que la que han leído hasta aquí. Si esos señores tuvieran un poco más de sutileza y, por sobre todo, de ¿intuición? Obtendrían mejores resultados que aquellos inexistentes que los llevan a escribir la pregunta de marras.


Gracias por leerme.


Que estén bien.


Soledad F.