Anoche, más
bien en la madrugada de hoy, cuando llegué a casa y vi que había dejado todo
encendido –pc’s, escaner, tele sin sonido…-, me dispuse a desconectar cada
elemento. Claro está que una no cuenta con la sempiterna tentación de sentarse
“un ratito”. Así fue. Y así también apareció una persona que ya me había
escrito a mi correo de Mazmorra invitándome a “recuperar” charlas habidas
tiempo ha.
Entendamos
que una no regresaba después de misa y, por tanto, el aspecto que reflejaban los
espejos era para “consumo interno y con restricciones”.
Charlemos un “yatito”
Charlar con
alguien en el espacio virtual es una maravilla, desde ya. Pero más allá del
cada vez menor asombro que nos puedan causar los adelantos y descubrimientos
técnicos, se establece una comunicación entre dos seres humanos a través de un
determinado medio. Para el caso, el MSN.
Por otro
lado, charlar no implica otra actitud que no sea la emergente de un diálogo:
escuchar (en el caso, leer), responder, debatir sobre esto o lo otro, coincidir
con tales o cuales conceptos, tal vez relatar alguna experiencia personal y,
posiblemente, leer idéntica cuestión “del otro lado”. Pero, en síntesis, no significa nada más que esto.
“A esta, la maté…”
El grueso
error en el que caen fácilmente algunas personas estriba en que imaginan,
suponen, fantasean con que si “charlamos” con ellos ya estaríamos subyugadas
por esa “personalidad fortísima y absorbente que se manifiesta tan claramente a
través de las letras en la pantalla”. No es así, lamento decir. Al menos no lo
es para mí.
Tampoco es
montar el caballo de bronce sobre un pedestal de mármol el decir que no pocas
veces (sino todo lo contrario) somos generosas con nuestro tiempo y aceptamos
“hablar” con personajes que parecen haber sido creados del otro lado del
espejo.
El énfasis
Y si esto
último se da con una frecuencia alucinante en los chats abiertos –no
temáticos-, mucho más se plantea en las relaciones que surgen a partir de
Mazmorra.
Es que el
SM es como un imán multifacético que atrae a muchísimas personas, sea por
curiosidad morbosa, por tratar de informarse para practicarlo, sea porque lo
practican y quieren compartir con sus “pares” experiencias y novedades; sea que
es un ámbito que para los novatos está lleno de misterio y terror… por lo que
fuere, la atracción es fortísima.
Entonces…
nos cruzamos con personas así y asá, digamos… Como a las que someramente aludí.
Amo… amo… amo a toma algo amo
Igualmente,
el hecho de llevar el nick en mayúsculas no significa absolutamente nada si, en
el desarrollo de una conversación, no hay signos evidentes de que esa persona
es Dómine “con todas las letras” o, en cambio y con mayor frecuencia, un
lamentable invento de su propia imaginación pero que de Amo y SM, nada.
Esto último
es una constante en el ciberespacio. Y está bien que así lo sea, porque también
el ciberespacio –o principalmente, no sé- es un ámbito para el desarrollo de la
imaginación, de la creatividad, de la búsqueda de efecto generando diversas
causas.
Lo que no
deben pretender es que una crea que ese nombre en mayúscula significa que quien
está detrás es un Amo… Imposible en los casos aludidos –que son más de lo
previsible-. De paso, me obligo a repetir que el que una misma sea sumisa y
sirva a un Señor, no quiere decir por esto que cualquier tirifilo con nick en
mayúsculas tenga algo más de “derecho” de hablarnos como si fuera “nuestro Amo”
y de pretender que le sirvamos, aún virtualmente, como sí podría proceder en
otra circunstancia pero con distinto personaje, por supuesto. Y para colmo, en
esa macchietta de Amo que actúa con sus letras, se manifiesta como un altísimo
bobo.
“Que estés bien y sigas mejor…”
Una trata
de ser lo más correcta posible en tanto relaciones humanas virtuales. Si una
determinada persona es, según nuestra mirada, un imbécil, no se lo decimos.
Hablamos con él si nos abordó en privado, tratamos de darle a entender, muy
concretamente pero sin signos de rechazo evidente, que no tenemos ningún
interés de continuar con esa charla y acometemos una serie de actitudes que,
suponemos por experiencia, debería de entender como un “adios”. Pero hay
algunos personajes que son “duros de matar”. Como el de esta madrugada, para
cerrar el círculo.
La cámaraweb
Si una no
está empatizada hasta los huesos con alguien en el espacio virtual, además de
lo dicho, lo que menos se le ocurrirá es presentarse ante la cámara para que
nos vea con cara de boba mirando la pantalla mientras el ángulo de enfoque es
otro, con lo que el “cuadro” es, para mí, lamentable.
Menos aún
cuando se llegó de una actividad intensa y placenteramente agotadora y, más
allá de ganas o no-ganas, como dije, nuestros aspecto es para consumo interno
restringido.
Cámara-dormitorio
No obstante
si estoy más que consubstanciada, recontra-hiper-enganchada, seguramente la
cámara de ida y vuelta será el medio idóneo para saciar una urgencia compartida
hasta que la misma pueda ser concretada en vivo y directo. Y esto de conectar
se dará así regrese de una GB porque, seguramente, esa conexión fue previamente
arreglada para “mostrarme” en el “después de…” y convenida como parte del juego
que nos convoca y excita.
Pero hay detalles.
La cámara
va punto a punto. Es, por tanto, un peligro latente que se constatará cuando ya
sea demasiado tarde.
Por ello es
realmente peligroso encender y conectar la cámara con cualquier persona, con
desconocidos. No va.
Si bien
para meternos un programita que “vea” nuestro directorio en la pantalla del
invasor se deben de tener conocimientos avanzados, para grabar lo que mostramos
por cámara no.
Por tanto,
con obsesivos necios que para mí no son confiables, nada.
Finalmente
si les gusta bien y si no… ¡también! ¿Verdad?
Que estén bien. Besos y cariños.
Soledad F.