Viagra para mujeres, una realidadTardaron
veinte años en desarrollarla, pero al fin lo lograron. El “Viagra”
para mujeres, Osphena, fue aprobado por la FDA, está
listo para venderse en los Estados Unidos y extender su venta a otros
países. La farmacéutica Shionogi es la responsable de crear la pastilla
que, según cifras demográficas, alcanza un mercado potencial de 64
millones de mujeres (en EEUU) y está dirigida a las mujeres que en la
menopausia experimentan dolor durante el coito.

La pastilla contiene ospemifene,
un químico que emula la función del estrógeno, el principal
“motor” del deseo sexual femenino. Entre otras funciones, el
químico engrosa las paredes de la vagina y favorece la lubricación,
factores que alivian el
dolor durante el coito.
Según los especialistas, esta droga representa una ventaja por
encima de las terapias de estrógenos que se han utilizado durante
varias décadas y que tenían efectos secundarios como el cáncer del
endometrio. Aunque la nueva pastilla no está exenta de causar esos
efectos, las probabilidades serían menores.
Este tipo de noticias me provocan sentimientos
encontrados. Por un lado, me alegra que existan opciones que aporten
bienestar a las mujeres adultas cuyo deseo sexual fue ignorado y
silenciado durante siglos. Pero también me surgen muchas preguntas. Por
ejemplo: ¿por qué la industria farmacéutica creó primero una
solución para los hombres?

En un
post anterior sobre la pastilla anticonceptiva
mencioné que detrás de la respuesta que
da la industria se esconden problemas de inequidad. La
industria señala que la sexualidad femenina es mucho más compleja
que la del hombre porque está conectada con un sinfín de variables
de la psique y del entorno, de manera que resulta más difícil definir los
desórdenes y acotarlos a un tratamiento. Eso pone en evidencia lo
que todos sabemos: hoy, el sistema médico funciona al ritmo de la
industria, y el primer objetivo de la industria es hacer negocio.
Bajo esa perspectiva, los laboratorios retrasan
el desarrollo y la venta de ciertos fármacos debido a dos factores: el
bajo nivel adquisitivo de los clientes potenciales (en
este caso, amas de casa que con suerte reciben una pensión) y el
nulo apoyo de los sistemas de salud pública (cuyos programas
cubren de manera precaria el bienestar sexual en la tercera edad). Estos
factores son decisivos para la industria, si no hay quien compre o quien
promueva, no se desarrolla el fármaco. Si esto es así, creo que faltan un
par de décadas para que el sistema de salud pública en América Latina
tenga a bien considerar, dentro de su esquema de cobertura, la salud y el
bienestar sexual de la mujer adulta.
La falta de interés por la salud o el bienestar
sexual de la mujer adulta también pasa por la forma en la que se ha
entendido la menopausia. De ahí la otra pregunta: ¿por
qué la
menopausia sigue
considerándose como una “disfunción” o un "desorden"?
No hace falta ir muy lejos: cada vez que una
mujer adulta manifiesta su desacuerdo o apunta un conflicto, la gente
recurre a la expresión: “está menopáusica”, que a
su vez encubre la idea de que no ha experimentado placer sexual en mucho
tiempo. Esa percepción se refuerza con el discurso médico, pues
sigue considerando a la menopausia como un "desorden” que necesita ser
reparado.
Cuando miro estos factores, irremediablemente
pienso que vivimos en una ignorancia funcional a nivel colectivo.
Igual que los niños pequeños piensan que los demás desaparecen cuando se
tapan los ojos, a veces no queremos saber dónde está la raíz del problema
porque no tenemos cómo explicarlo y/o solucionarlo. En ese vacío es donde
la industria desarrolla su negocio. Que conste, no es un ataque contra la
industria sino contra la ceguera que nos guía hacia el desarrollo de
mejores opciones de vida. En otras palabras: mientras la menopausia se
considere como una disfunción, mientras las necesidades de las mujeres
adultas no sean prioritarias en las agendas de desarrollo, los
tratamientos serán insuficientes y caros.
La menopausia no es una disfución sino
una
etapa de la vida, y
los cambios físicos que la acompañan también responden a situaciones
emocionales y contextos sociales.
Esos factores no pueden ser ignorados. Es muy positivo que el “viagra”
femenino mejore la vida sexual de la mujer adulta, pero será
realmente eficaz cuando desarrollemos herramientas emocionales, sociales,
políticas e incluso legales para comprender las necesidades de la mujer
adulta. Porque, independientemente de su edad, son muchos los
factores que afectan el deseo sexual de una mujer, desde que un familiar
suyo esté enfermo, pasando por el estrés de una triple jornada (casa,
trabajo, familia), hasta el hecho de no recibir una pensión después de
haber cuidado marido, hijos y hasta nietos.
Uno podría pensar, ¿y a mí en qué me afecta el
asunto de la pastilla o la menopausia? Como mujer, me parece importante
iniciar esta reflexión desde ahora porque es algo que eventualmente
ocurrirá, está inscrito en mi cuerpo, y si hoy estoy bien
informada, mañana tendré mejores herramientas para vivirlo, no
como una patología sino como un ciclo más. Como hija y como parte
de una sociedad que tiene la posibilidad de transformar su entorno, creo
que es fundamental comprender cómo mi madre y las mujeres de su edad viven
esa etapa, conocer sus opciones y sus expectativas se traduce en actitudes
y acciones que las ayudan a vivir mejor. Es una manera de honrar en vida
lo que ellas han hecho por nosotros.
Twitter: @luzaenlinea |
Por Luza Alvarado |
Pasionaria