domingo, 13 de mayo de 2012

LA OBSESION MASCULINA

No podemos negar que cada vez que estamos con un hombre en la intimidad de una cama compartida para coger… siempre, inexorablemente, nos piden el culo. De mil formas, sutiles, brutales, casi violentas, persuasivas… Dependerá de la experiencia que cada una tenga en las relaciones sexuales, el aceptar que ese señor introduzca su miembro viril henchido en nuestra retaguardia o se conforme con otro polvete vaginal-bucal.

El sexo anal es extremadamente placentero porque, mentalmente, nos hace volar hacia los planos de la fantasía más intensa, además de sentir como que estamos a punto de hacernos encima cuando el señor introduce todo su pene.

Desde chicas, a la mayoría de nosotras, nos dijeron que el dinero era sucio –cosa de que no tuviéramos el tupe de tocar billetes y de quererlos- así como que “la caca es asquerosa” siendo que sólo es una deposición muy sana de nuestro cuerpo para que la vida continúe. Para nuestras madres, tías y toda esa procesión de sabiondos morales con su monserga culpógena, si se nos ocurría explorar sensaciones en nuestro cuerpo y llevábamos algún dedo al esfínter –o algún elemento no tan blando- y llegaban a sorprendernos, habría castigos, penitencias y, según la mayor o menor ignorancia del grupo familiar, hasta el “señor cura” vendría a darnos “consejos” al tiempo que, a solas él y nosotras, nos preguntaría que cómo, que cuándo, que de qué forma… y un largo etcétera que sólo servia para que ese tipo de sotana con olor a zótano de ratas y orina antigua, se calentase.

Si logramos descargar toda la mierda que nos cargaron en la mochila desde chicas y aceptar que nuestro criterio es eso, nuestro y por él, actuaremos, podremos, eventualmente, aceptar que todo nuestro cuerpo es motivo de placer, propio y para otr@s.

La penetración anal es algo así como un juego histórico entre la hembra y el macho ancestrales. La pose de estar nosotras a cuatro y ellos detrás, es la imitación que el hombre primitivo hacía de los otros animales con los que convivía. En la actualidad, el hombre que nos penetra analmente en esa pose, se siente el dueño, el amo, el macho cabrío, el rey de su manada donde nosotras somos “la hembra preferida”.

El morbo, para nosotras, es justamente ese, la fantasía de nuestro compañero sexual y la hipotética “humillación” a la que nos sometemos. Pero en la que gozamos grandemente.

Para que el placer sea total
Primero, busquemos un hombre que no sea bestia, que sepa esperar y calibrar los tiempos, que nos coja mucho y bien vaginalmente para que estemos relajadas y excitadas.

Después, que nos pongan gel acuoso que no rompe el latex. Pero mucho gel… incluso dentro del recto.

Que la penetración sea lenta, cuidadosa… que primero nos meta el glande y se quede quieto, aunque gritemos… y después, progresivamente, vaya hundiéndonos su pene hasta que las bolsas de sus huevos acaricien nuestras nalgas.

Que se quede quieto ahí, con todo adentro… Nosotras sentiremos como que estamos empaladas y unas ganas terribles de hacer caca. Lo primero es lógico lo segundo es una sensación pero no una urgencia.

Será buena práctica para las recién iniciadas, acariciarse, frotarse el clítoris estando a 4 y ahí, meter el dedo medio para alcanzar la esponjita… Si hacen esto y el señor las está bombeando de lo lindo, el orgasmo será total, absoluto y definitivo.

Prevenciones
Para iniciarse en el sexo anal, lo mejor es ir “preparando la zona”. En la actualidad hay cientos de productos para tal fin. Me refiero a dilatadores anales. Los hay de diversos grosores y así tendrá que ser.

La sugerencia es que embadurnen uno no muy grueso con vaselina y se lo introduzcan… y traten de mantenerlo dentro el mayor tiempo posible. El ideal es 30 minutos cada vez que se lo metan. Y esto, meterlo, se debería de repetir no menos de 3 veces cada día.

Superado el grosor inicial, vendrá el turno de uno más grueso. Piensen que la mayoría de los hombres, en promedio, no tienen un pene más largo que los 16/17 centímetros y un grosor entre 4 y 5 cm. De modo que esas piponas que habrán visto en las pelis porno prácticamente no se encuentran así como así en la calle. Hay excepciones, claro que sí, pero no es frecuente.

De todos modoso si están de novias, teniendo presente el grosor de la pijota del novio será el dilatador anal que comprarán.

Una vez superado el tema dilatadores, o sea, que el más grueso lo puedan llevar puesto por más de una hora cada día, viene el tema preparación.

Higiene>
Es muy incómodo que al menos la primera vez, el pene de nuestro hombre salga “embarrado” como dicen ellos o “con caca” como decimos nosotras. Entonces, para evitar esto y cuando sabemos que vamos a encontrarnos con quien nos inaugurará la puerta trasera, debemos de hacernos enemitas rápidas. ¿Cómo?

Sencillo, fácil y rápido. Se necesitan:

Antes que nada hacer caca. Después…
Una manguera común con uno de esos chupones para encastrarla en el grifo y lo suficientemente larga como para que desde el grifo alcance, con comodidad, el váter.
Una pipeta gruesa rociador –o sea una pipeta que en todo su largo, tiene pequeños agujeritos por los que saldrá el agua y de este modo, limpiará todo el recto-.
Se abre el agua y descarga en nuestro recto. Se llena. Sacamos la pipeta, volvemos a meterla… hasta que el agua que expulsamos en la taza del WC sale limpia.
Luego, nos introduciremos aceite inorgánico…para cubrir las paredes del recto y además, lubricarlo internamente. Nos sentaremos en el váter esperando que escurra bien. Luego nos limpiamos y ya está.

De este modo iremos a la cita con la seguridad de que el pene de nuestro amante no saldrá manchado. Si nos coge con forro o sin forro no afecta, salvo que de hacerlo con, nos perderemos la indescriptible sensación de recibir esa descarga violenta de semen en lo más profundo de nuestro recto. Les aseguro que esto es SENSACIONAL.

Una prevención ad-hoc
Cuando estamos a cuatro y el señor nos coge el culo, existe la tentación en él de sacarla y metérnosla en la vagina. Es riesgoso que lo haga. Por tanto, no lo permitan.

¿Por qué?

Porque nos meterá, además de su pene, las bacterias que tenemos en nuestro recto y éstas, las bacterias, podrán generar hongos –candidiasis- que tendremos que curar con óvulos… O sea, un incordio.

Lo que sí puede y es divino, es cogernos por la vagina, sacarla y hundirla en nuestro culo. Ahí sí todo bien y a gozar como lobas en celo.

Ojo con “a pelo”
Ya sabemos., coger a pelo, sin forro ellos o sin condón femenino nosotras, es lo mejor de lo mejor. Lo sentimos bien, muy bien y cuando acaban recibimos esos chorros con el placer único de cada coito, sumiéndonos en el éxtasis de nuestro propio goce. Todo bien hasta aquí, si lo hacemos con nuestro hombre que, a la vez, no es promiscuo y si lo es, se cuida y usa forros siempre.

Pero si salimos y nos gusta alguien y lo llevamos al hotel… ahí, queridas, FORRO indispensablemente.

Porque si que nos acaben en la vagina es grave, que nos acaben en el recto es gravísimo.

Las paredes del reto son SÚPERABSORBENTES. De hecho, cuando una persona que sufre alguna disarmonía en su salud no puede ingerir medicamentos vía oral, le hacen enemas con esos específicos líquidos. Y llegan a cumplir su cometido de curacion o de menguar síntomas, muchísimo más rápido que si los hubiera tomado vía oral.

Con esto digo que el semen que nos depositan en el recto pasa a nuestro torrente sanguíneo MUY RÁPIDO y sin ningún filtro.

La vagina no absorbe, salvo que tengamos alguna pequeña lastimadura. Lo mismo la boca. Pero el recto, el llamado culo, sí.

Así que ojo… por más calientes que estén, nada de “sin”… Recuerden lo de “Póntelo ponselo”… y gocen como quieran.

Gracias por leerme. Que estén bien.

Cariños.

Soledad F.

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