domingo, 14 de octubre de 2012

Encadenadas al orgasmo

Algo ha de funcionar bastante mal en las relaciones sexuales de estos tiempos entre hombres jóvenes y sus parejas –eventuales o no-. No diría que es la queja repetida por unos y otros pero sí el asombro cuando alguna mujer les contesta que sí, que es normal tener orgasmos y tenerlos en sucesión. De hecho cuando yo contesto así no lo aceptan tan fácilmente. ¿Sus parejas no logran orgasmos cuando mantienen relaciones sexuales con ellos?


El que se apura
A veces no lo hacen por egoístas sino porque no pueden dominarlo. Descartando que padezcan de eyaculación precoz, el tema puede obedecer a múltiples causas. Por lo que yo puedo aportar, casi siempre han sido hombres que estaban muy pero muy excitados. O sea que el primero fue como una ráfaga de viento. Y las cosas mejoran en un cien por cien luego, en la continuidad.

Si la ocasión lo permite, lo mejor es hacerlos acabar antes de llegar al hotel, en el coche, en el trayecto, con una felación a término, digamos. (y no tragar ni una gota si es un ligue, obvio)

El orgasmo será cuestión nuestra
El sexo, mantener relaciones sexuales, coger, es genial, adorable, placentero y a casi todos nos gusta practicarlo sin importar el género de cada cual. Pero así como para nadar es necesario aprender a hacerlo, en el sexo es igual, aunque no lo parezca.

A ellos les resulta aparentemente más fácil: se erectan, frotan, penetran y acaban, sumando lo visual que los excita con lo auditivo que no poca fuerza tiene y produce en la intimidad.

Nosotras somos más emocionales y aún, mentales. Ya el morbo de salir de levante nos pone en condiciones de estar muy jugosas. Más aún cuando detectamos la presa masculina que nos interesa.

Entrenar la vagina
Esta es la clave de lo mucho que podemos gozar –y hacer gozar- en una relación sexual.
La vagina –como el recto- posee la musculatura que la rodea y que puede ser contraída y expandida a voluntad, si aprendemos a hacerlo.

Se imaginarán para qué es interesante y necesario que así podamos mover esos músculos. No habrá, a partir de un manejo irrestricto, penes delgados: todos rozarán todas las paredes de nuestra vagina al presionarlo con esos músculos.

El método I
Es fácil adquirir ese manejo, aunque requiere de constancia no exenta de diversión.
Cuando tenemos ganas de hacer pis y no podemos dar rienda suelta al contenido de nuestra vejiga, “hacemos fuerza” para contener la orina que pretende salir a cualquier costa.

Si nos sentamos sobre una silla o superficie dura, en el borde de la misma y mantenemos la espalda recta, respirando normalmente y hacemos exactamente el mismo movimiento muscular que el que aplicamos para evitar que escurra nuestra orina, ese es el movimiento inicial de todo.

El Método II
Luego, complementando lo anterior que, sinceramente, no es muy divertido pero sí genera sensaciones agradables como cualquiera de ustedes podrá comprobar, sobreviene el Método de los dedos.

Sí, se trata exactamente de eso mismo, pero en progresión inversa. ¿Cómo es esto? Veamos.

La mayoría de nosotras puede introducirse tres dedos en la vagina, índice, mayor y anular. El tema no es iniciar una masturbación placentera sino hacer ejercicios. ¿Cómo? Contrayendo los músculos de modo tal que toquemos los bordes de los dedos índice y anular. Toquemos bien, con fuerza, que se sienta la presión sobre ellos.

Luego, serán sólo dos los dedos que nos introduciremos y procederemos del mismo modo: contraer los músculos de modo tal que toquemos los bordes de ambos dedos, tan concretamente como antes con los tres. Que sintamos la presión.

Finalmente, un solo dedo en la vagina y habremos completado con total éxito la preparación, cuando logremos presionar ese único dedo, sentirlo con las paredes de nuestra vagina.

La importancia del roce
No voy a decirles nada que no sepan, pero el roce es fun-da-men-tal para lograr un orgasmo comme il faut.

Tenemos una ventaja: si nos acostamos con ese señor esa vez es porque realmente teníamos ganas de acostarnos con ese señor y no con cualquier otro. O sea, que tengan pene no es razón suficiente para que funcionen nuestras glándulas de Bartholín y el flujo abunde en nuestro canal vaginal.

Por lo tanto, si con la presión de nuestros músculos vaginales logramos que el roce sea mucho más sensible, directo, arrollador diría, esa esponjita que podemos sentir en la pared superior de nuestra vagina y que da en llamarse punto G estará recibiendo ese estímulo continuo y fuerte. Desde ese momento al orgasmo que tensará todos nuestros músculos, habrá muy poco más que recorrer.

La cadena
No termina ahí ni mucho menos. Si nuestro amante es enérgico y vital, en poco tiempo podremos ponerlo en condiciones. Pero si no lo fuese exactamente, sabemos que para gozar no se necesita la penetración plena.

De modo que ahí estarán los dedos del señor de turno rozando lo que antes rozaba su erección y nos provocarán otro orgasmo sin ningún impedimento –salvo el mental, al que hay que expulsar racionalmente por las dudas…-.

Incluso, por esa vía –dedos, frote rápido y fuerte- es posible llegar a la eyaculación. Evitemos, únicamente, que nuestro compañero sexual no grite ”¡Eh, no me mees!”, como espetó un señor hace tiempo…


Espero que estos apuntes puedan servirles como para intentar variantes que redundarán en el placer compartido. Máxime si el entrenamiento lo hacemos con nuestra pareja oficial.


Gracias por visitar mi blog.


Que estén bien.


Soledad F.

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