miércoles, 9 de mayo de 2012

Las Citas Chateras

Estoy segura de que muchos de los varones que lean esto dirán que soy paranoica. Pero también tengo la convicción de que las otras chicas que me lean me lo agradecerán. ¿De qué hablo? De Las Citas Chateras.
Denostado, despreciado, atacado, vilipendiado por variopintos sujetos –siempre, pero siempre, hombres…- que a pesar de rechazarlo están metidos en una sala durante horas y horas, es el chat un medio de comunicación. No descubro nada nuevo con esto, pero vale para indicar que ese intercambio de mensajes hace a la interacción entre personas, chateros, que, en general, jamás se hubieran cruzado dos palabras en la vida real, fuera del ciberespacio.
Por tanto, es un medio de comunicación donde el republicanismo debería de ejercerse en plenitud –a pesar de algunos naboletis que llevan boina o arroba- que, principal y excluyentemente no discrimina. De aquí lo dicho antes: “hablamos” con personas que jamás se nos hubiera ocurrido hacerlo…
En no pocas salas de los innumerables servers que funcionan en el espacio virtual, el eje es la búsqueda –expresa o no- de parejas eventuales, de encuentros fugaces pero intensos –mayoritariamente furtivos o clandestinos- entre personas de distinto o del mismo género.
No es el motivo de estas letras el abordar la calidad de los encuentros únicamente cibernéticos, ni plantear si en el orgasmo que logramos con alguien del otro lado de la pantalla, es engañar a nuestro marido, novio, pareja. En lo personal afirmo que sí es engaño (cuando lo es, ya que hay matrimonios cuya métrica erótica es, justamente, ingresar a terceros –o terceras- a la pareja, sea en vivo o virtualmente, a solas o en grupo). Aunque esto ya es otro tema, relacionado pero distinto. Cuando la cita es en la realidad tangible
Aquí es donde pretendo transmitir alguna poca experiencia que una tenga al respecto para que, las chicas que me lean, no caigan en los mismos errores que una cometió y que resultaron en lo que relataré.
Descubrí el maravilloso mundo virtual que nos abre “el chat” hace, a la fecha, 17 años. Empecé en un Server genial que se llamaba CiudadFutura en una sala denominada Senior a la que concurrían hombres de más de 35 años y nosotras, desde los 18 a los … Una de las excepciones etarias era yo y otras dos, que teníamos 17. Aunque para entonces, casi medía lo que hoy de estatura y si bien no tenía “todo” tan desarrollado, producida pasaba por una de 18/19…20.
Me enloquecí con ese “descubrimiento”. Ya por entonces cursaba en la facultad y mi vida parecía dividida en dos únicos sectores: cursadas y chat.
Para colmo de todos los colmos, ese verano de mis 17 –cumplo en noviembre-, un señor bastante mayor había completado mi “aprendizaje” sexual al inaugurar esa alternativa tan denostada y tan intensa a la vez que la inmensa mayoría de los hombres nos pide con reiterada insistencia…
Así que con esa energía vital en mis venas y todos los canales de mi cuerpo a disposición de la pulsión y del deseo, ese chat, la sala Senior, se convirtió en una obsesión. Es que los hombres de esa sala no tenían que pedir prestado para pagar un café y la mayor parte de ellos, casados. De modo que una era como una ninfa saltando entre faunos babeantes. Lo cual me elevaba el nivel de endorfinas a tope.
La peor experiencia
No sé –o sí pero no lo diré- con cuántos hombres de aquella sala salí. El promedio fue excelente, en el trato, en el apasionamiento, en los resultados. Fue uno de ellos, casado, el que en el descanso de expansiones y jadeos me sugirió lo que hoy conocemos como “T&G” (Touch and Go = toco y me voy = debut y despedida) sin que, claro está, se lo aplicara a él…
Y esto me lo decía en su departamento. Más bien “bulín”. Una comodidad extrema, sin duda alguna. De todas maneras, él fue una de las excepciones porque el resto fue siempre en hoteles alojamiento –o albergues transitorios o lo más conocido: telos-.
Así fue que conocí a un hombre que me pareció magnífico en todos los sentidos y aspectos. Con él nos encontramos tres veces, siempre hotel. Hasta que la cuarta vez me dice que sería mucho más cómodo estar en un lugar tranquilo como su departamento. Tal vez influida por lo bien que lo pasé con el anterior, acepté.
Lindo departamento en la zona sur de la Capital. Cuatro ambientes en el que se destacaba el dormitorio de proporciones fastuosas. Allí pasamos mucho más de dos horas gozándonos mutuamente, como lo habíamos hecho en los tres encuentros anteriores.
Fumando en el valle de recuperación de sus energías y acariciando yo las modulaciones musculosas de su cuerpo, oímos un ruido allá, en el living. Él ni se inmutó a pesar de mi sobresalto. Tontamente me tranquilicé y casi en ese mismo instante, la puerta del dormitorio se abrió con violencia y tres figuras contrastaron contra la luz de las lámparas de aquel ambiente. Creo innecesario relatar qué sucedió a partir de esa aparición sorpresiva. La impiedad y la crueldad se sumaron a la pulsión de esos tres hombres que hicieron conmigo lo que se les ocurrió tantas veces cuantas pudieron hacerlo.
Mi “galán” mientras tanto, se dedicó a revisar mi bolso. Allí llevaba yo mi libreta universitaria, mi documento, extensiones de tarjeta de mi papá… todo.
Cuando se cansaron de descargarse en mis entrañas, a la vez de abofetearme cada tanto como “correctivo” decían, me ordenaron –porque fue una orden- que me lavara y vistiera. No sé cómo llegué al baño porque mis piernas parecían de goma blanda y el dolor era una presencia invisible que recorría cada fibra de mis músculos, laxos como trapos mojados.
Al fin, cuando pude reaparecer en el living, de los cuatro hombres quedaba sólo uno de ellos y mi “galán”.
Me hicieron saber muy claramente que si decía algo de lo sucedido en ese departamento, me harían un “causa” por prostitución callejera. Tenían mi nombre, apellido, domicilio, todo de mí y yo, nada de ellos.
Por esta razón, extorsiva y definitoria para mí (prefería eso a que mi padre se enterase), hube de “atenderlos” tantas veces cuantas mi “galán” me mandaba el temido e-mail: “mañana, 15 horas” o “el jueves, 18 horas” y así. Nada más.
Esta situación duró casi tres meses hasta que me animé y le relaté los hechos a mi hermanastro quien, por aquellas cosas que tiene la vida, gozaba de una situación no sólo económicamente excelente sino de un relativo poder dentro del andamiaje del Estado de entonces.
La conclusión fue aceptar la cita que indicó el último e-mail, ir al departamento, encontrarme con mi “galán” y otros dos… Empezar… y oir los golpes en la puerta de entrada, ver uniformados, cascos, charreteras, mi hermano con cara de estatua, y nunca más supe ni de mi “galán” ni de los otros hijos de puta.
Enseñanza y otros “tips”
1. Desde ese hecho lamentable, asqueroso, infame (que, a pesar de mí, también gocé pero esto no lo dije), aprendí que jamás aceptaría ir a un departamento, casa, bulín, carpa, escondite. Hotel alojamiento o nada.
2. La segunda cuestión: nunca jamás llevar documentos personales, tarjetas, nada que nos identifique en la cartera. En un hotel, vamos al baño y nuestro eventual puede husmear y averiguar lo que no queremos decirle. Por lo tanto, salir sin documentos ni tarjetas personales ni nada que las identifique.
3. Si van en el propio coche al lugar de la cita, dejar el coche en un estacionamiento cercano y llegar caminando o, tal vez, en taxi. Nunca con el coche hasta el lugar de la cita. La chapa-patente identifica. Aún si es un coche alquilado.
4. El lugar de la cita debe ser un bar conocido por nosotras y donde nos conozcan. No un bar al que vamos con nuestro marido, novio, pareja. No. Uno al que nosotras vayamos solas y que nos conozcan. No importa si los dueños del bar o los encargados suponen que seamos putas profesionales. ¿Qué nos importa? El tema es que ante cualquier problema con el “levante chatero” tendremos un margen de seguridad importante por los mozos, encargado, etcétera. Por esto, nunca esperarlo en una mesa cercana a las salidas o ventanas sino en el fondo del local, o sea, que tengamos que recorrer un largo trecho antes de alcanzar la salida.
5. De ser posible, elegir un bar que esté en cercanías del hotel alojamiento al que iremos en caso de resultarnos positiva la cita. Y que nos conozcan allí, en el hotel, mejor que mejor. Para ir al hotel, caminando es perfecto y si él no quiere porque aduce que lo pueden ver, pedir un radio-taxi pero NO subir a su coche por ninguna razón, así nos esté latiendo el útero de calentura extrema.
6. En la cartera llevar siempre, cuando vamos a una cita de “ligue chatero”: 1. preservativos masculinos (tamaño medio, a no ser que por MSN lo hayamos visto y debamos comprar “extra large”…); 2. Un tubo de gel acuoso; 3. Una cajita de condones femeninos (vienen por tres unidades y por las dudas de que él diga que con forro no siente nada…). Es obvio que si estamos casadas no vamos a tener todo esto en casa. Por tanto, comprarlo en la farmacia antes de llegar a la cita. Por supuesto, al salir del hotel, no llevarnos ningún “recuerdo”…
7. Llevar dinero en efectivo, nada de tarjetas por supuesto. Poco dinero, no tenemos nada que pagar, salvo el taxi. El cupón del estacionamiento de nuestro coche, en el supuesto de que nos aproximemos a la cita así, estará en el sobrecito lateral, el de las monedas, de nuestra cartera. Es difícil que el fisgón lo encuentre y revise si no está “entrenado”.
8. Por las dudas sería casi un exceso pero mejor prevenir. Usá ropa interior bonita pero “descartable”. O sea, nada de ponerte aquello que “mata” y que a tu marido vuelve loco y todo eso. No. Algo similar, tal vez, pero barato, comprado al paso… Nada te cuesta salir sin ropa interior y comprar algo al paso y ponértelo en el baño del bar. Así como cuando nos cambiamos de bombacha por obvias razones o nos higienizamos con toallitas húmedas: el baño de “damas” es el vestuario al paso. ¿Por qué esto? Porque algunos –pocos realmente- nos piden llevarse nuestro tanga o en la expansión del deseo contenido, zas, nos rasgan la bombacha y así. De modo que nada de la lencería de Chantelle o de AP… Mejor la de la “mercería Rosita”, que a ellos les lucirá igual.
9. Desde ya no lleves el o los celulares en tu cartera. En modo alguno, bajo ningún concepto, never, nunca, jamais. Si tu marido, pareja o novio te llaman, estará desconectado donde lo hayas dejado y luego, como los hombres sólo escuchan lo que quieren escuchar, le dirás que se quedó sin carga (batería). Claro está que si se queda sin carga “todos los días” despertarás sospechas (je). En todo caso, comprar un celular a nombre de Juanita Garchifundia y usarlo en su nombre. No es lo mejor porque, en caso de que el ligue tenga más conexiones que pelos en la cabeza, podría, eventualmente, llegar a Juanita.. y de allí, a vos. Por eso, mejor nada a tener complicaciones.
10. No creo que sea necesario decir que no se dice nada de nuestra vida privada, no decimos nuestro nombre y apellido, no damos datos de nuestra familia, menos que menos la dirección de nuestro domicilio y/o trabajo. Nada.
11. Otro tema: si el galán necesita “escuchar tu voz”, cuando estemos en el MSN en las preliminares, aceptá hacerlo, pero que te dé él su número y vos lo llamarás desde un locutorio. El *31# parece útil, pero como en el caso anterior, si el “galán” tiene conexiones, puede llegar a nuestro número y de ahí… bye bye love.
12. Finalmente, sé que parecerá una tontera, pero no dejarnos marcar. En el supuesto de que se produzca un “chupón” por esos devaneos del apasionamiento y la calentura, crema desinflamatoria y un peine fino pasado en el sentido de la circulación sobre el chupón. Nos dolerá la cabeza si nuestro marido, novio o pareja quieran coger, pero no habrá otra posibilidad hasta que se diluya el moretón. En todo caso si nos lo hizo en una zona donde es posible que podamos golpearnos con cajones, puntas de mesas, etcétera, fraguar un “accidente así” con un golpe de puño sobre la zona… Esto ampliará el “moretón” con un centro oscuro (el chupón) y pasará como “¡Qué golpazo!”
Todo lo que se te ocurra agregar, te ruego me lo mandes a solfer2310@gmail.com y lo agregaré de inmediato o bien conectarse conmigo en la_antesala@hotmail.com.ar
No creas que es difícil todo lo anterior… Se demora muchísimo más en escribirlo y leerlo que en ponerlo en práctica. Te aseguro que actuar así te evitará un sin fin de imbecilidades a las que, algunos hombres, están habituados.
Gracias por leerme. Que estén bien..
Soledad F.

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